Un paso hacia los astros (1969)

Conforme a las creencias de los mayas-quichés, que son los indios de la gran cultura guatemalteca, la Luna formaba parte del Sol en el sentido que era la contrafaz del Sol mismo, era el contraespejo del Sol, y se decía, además de eso, que en la cara de la Luna había un venado y creo yo que el hombre que ponga un pie en la Luna, va a tener que encontrarse con este venado o conejo, este animal que cuando uno se fija en la Luna, uno se da cuenta, o lo imagina, que a la distancia hay verdaderamente un animal de grandes orejas como un venado o un conejo.

Quiero decir, que yo espero que el hombre que ponga su pie, sienta bajo ese pie, el huir de este animal que por siglos y siglos, los indígenas creyeron que estaba en la cara de la Luna.

Era el conejo de las orejas amarillas y se llama el conejo de las orejas amarillas porque el maíz amarillo es la riqueza y la Luna, en ese sentido era la riqueza, era el tesoro del maíz amarillo, llovía el color de la Luna y entonces caía el maíz amarillo sobre la Tierra, los árboles eran los grandes párpados y bajo los grandes párpados de los árboles se dormía esta luz amarilla y producía el maíz que era el alimento sagrado de los mayas-quichés.

A mi juicio, es realmente un momento trascendentalísimo este que vamos a vivir, pero creo yo que no ha sido el hombre el vencedor de la Luna sino que ha sido vencida por la máquina electrónica. Sin la máquina electrónica no hubiera sido posible este viaje ni ningún otro viaje estelar, fuera de los espacios, de la Tierra, fuera del universo, y desde luego que se me dirá, y a orgullo para nosotros, que la máquina electrónica fue invento del hombre.

Así es. Pero el hombre inventa la máquina y se le va de las manos. No alcanza, creo yo, el hombre que preparó las primeras máquinas electrónicas, a imaginar el que iban a servir para poder llegar hasta la Luna y quizá después a los otros astros.

Es decir, que la máquina ha servido para la derrota de la Luna. No es el mismo caso, creo yo, que el del descubrimiento de América en que no hay una máquina, sino que todo era aventura, todo era suposición, todo era un posible llegar a las Indias Orientales más allá de los mares borrascosos que se conocían en esa época.

Colón no tenía una máquina electrónica. Colón tenía el conocimiento de él, de los mapas que había visto, pero era más aventura.

En este caso creo que la aventura queda suprimida, salvo en los instantes precisos en que los eslabones de la parte mecánica del vuelo, llegue el momento en que tenga que desprenderse la pequeña cabina y descender a la Luna para que los hombres pongan los pies allí.

Es decir, que en este gran acontecimiento, debemos admirar al hombre, pero ya al hombre que no va a la aventura. Yo no creo que aquí haya aventura. Aquí lo que hay es exactitud matemática. Que pueden fallar las matemáticas y puede fallar el vuelo, desde luego, pero yo supongo que no sucederá así porque el estudio de la máquina permite que ya no haya equivocación de ninguna especie.

Ahora, el misterio de la Luna, ya llegados los hombres allá, se acabó para los poetas, se acabó para los enamorados, pues se dirá constantemente, ya hollamos este gran astro, este gran espejo, esta gran tumba de ceniza y todo lo que los poetas habían dicho y dicen siempre de la Luna.

Ahora, como pasa siempre también, creo yo que esta imagen que nos hacíamos de la Luna era una imagen que no miraba las partes astronómicas. Porque no es de ahora. Desde la época de Ptolomeo y durante todos los siglos, se han hecho estudios sobre la Luna. Y se han ahondado estos estudios a tal punto, que hay algunos que han creído que la Luna fue capturada por la Tierra, debido a las leyes de gravitación, otros creen que son pequeñas lunas que se han juntado, y, no obstante, todas esas explicaciones, todas esas fotos que ya teníamos de la Luna, no obstante todos los telescopios que se han apuntado hacia nuestro satélite, los poetas seguían cantando y los enamorados seguían creyendo, a la luz de la Luna, en sus amores y por eso creo yo que quizás, a pesar de la llegada del hombre a la Luna, este astro seguirá siendo un astro de ensueño, un astro dulce, un astro de gloria, porque debemos pensar que la luz de la Luna, que la gentes de la grandes ciudades cada vez ven menos y la han olvidado, cuando uno está de vacaciones, en el mar o en la montaña, realmente tiene algo de mágico, algo de ensueño, algo de humedad de brillantes, algo de dulzura, una especie de ternura que nos acerca mucho a lo que es un sueño.

La Luna es la luz del Sol pero soñada, la luz del Sol no reflejda sino en un espejo dormido, en un espejo muerto. Ha sido la gran inspiradora de las religiones y por ejemplo en la religión Nahuatl de los mexicanos, la luna era tan importante que en los calendarios, en los códices que se encuentran en algunas partes, principalmente el códice vaticano, nos dice que los trece cielos hacia arriba eran cielos de los astros y los nueve cielo hacia abajo eran los cielos de los muertos.

En los trece cielos hacia arriba, el primero es el que llamamos cielo inferior. Ese cielo inferior tenía como astros principales al Sol, la Luna y las estrellas que los nahualts, astrónomos mexicanos, y los propios mayas, habían llegado a fijar perfectamente bien y a darles nombres muy parecidos a veces como el nombre nuestro en el caso del Escorpión que también llamaban ellos así a esa constelación.

Para ellos la Luna que estaba en el cielo inferior con el Sol y con las otras estrellas, formaba una parte de su mundo, una parte de su ensueño.

Yo admiro desde luego este paso que el hombre va a dar. Me emociono intensamente de pensarlo, porque es el poder del hombre sobre la naturaleza. Se terminan una vez más todas las creencias y leyendas que tenemos de antiguo sobre lo que es el universo y vamos saliendo hacia él casi imperceptiblemente.

Por desgracia, la actualidad mundial es de tal naturaleza, que muy pocas gentes, estoy seguro, se dan cuenta del paso que el hombre va a dar ya en ese astro que ahora va a pertenecernos. Y si los astronautas encuentran en la luna los conejos amarillos, que los espanten hacia la tierra, porque ellos son el símbolo de la felicidad, la riqueza, la cultura y la fraternidad.

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