Tikal: acrópolis de los mayas (1959)

CUANDO se nos habla a gente de ciudad de selvas altas, pensamos en árboles corpulentos de copas muy encumbradas, pero jamás podemos imaginar lo que en verdad son estas selvas altas del territorio del Petén en Guatemala. Es lo que pasa con los rascacielos. Uno se los imagina, pero sin saber que tiene que levantar tanto la cabeza para alcanzar a verlos, y pegar casi el occipital a la nuca. Eso nos pasa aquí para contemplar estos árboles, que sólo son el marco de lo que fueron las ciudades mayas que hoy siguen desenterrándose. Ya un célebre arqueólogo del siglo pasado afirmaba que en el Petén y en Guatemala, en general, hay más tesoros arqueológicos que en todo el valle del Nilo. Y ahora va surgiendo de su sueño de siglos la que debe ser considerada como "acrópolis de los mayas", la ciudad de Tikal.

Se trabaja actualmente en la investigación, consolidación y res-tauración de esta pasmosa ciudad, de cuyas excavaciones se extraen valiosísimos tesoros, no sólo desde el punto de vista histórico, sino corno documentos artísticos que no hacen sino testimoniar el adelanto de los mayas en la plástica, y así tenemos, en recientes tumbas excavadas, hallazgos invalorables de cerámica y entre éstos, treinta vasos y varias piezas de jade y un mosaico que parece ser el reverso de un espejo, con un dibujo hecho con nácar y conchas marinas, todo cortado al grueso de un cabello, y entre los espacios de esta maravillosa decoración, en los casi invisibles intersticios, cuentecitas de jade.

Entre las pequeñas estatuas extraídas de esta misma tumba —estructura 34 de Tikal— hallóse una magnífica máscara de jade, y en cuanto a las estatuillas, llama la atención la de un sacerdote con máscara de viejo, con las manos juntas extendidas hacia adelante, en actitud de ofrenda, y sobre sus palmas, la cabeza de un decapitado. Aparte de la perfección como escultura de esta pequeña estatua, atrae los ojos el detalle, en verdad maravilloso de contemplar, en las rodillas y en los codos de este personaje, unas caritas de perfección acabada, miniaturas que se desmontan y que sólo le han sido puestas como adornos.

¿Llegaron los mayas al arte por el arte? Decoraban por decorar, o tenían un sentido religioso, mágico, o esotérico, aquel recargamiento que se dijera realizado por pavor a los espacios vacíos. Todo está por investigar y se adelantará mucho, muchísimo, ahora que las nuevas excavaciones de Tikal permiten hallazgos invalorables, no sólo desde el punto de vista artístico, sino arqueológico, ya que se acaba de encontrar una estela que evidencia, como la época de mayor esplendor de esta ciudad, el año 889 de la era cristiana.

Pero, además de la preciosa estatuilla del sacerdote enmascarado, se encontraron varios vasos de diferentes tamaños, algunos con tapaderas coronadas por cabecitas de indios mayas, y una sin tapadera, más grande, en cuya factura finísima se descubre un verdadero alarde de ceramista, decorador y miniaturista. El dibujo y el colorido de los dioses que exornan las superficies rivalizan, y a poco que se estudie, se verá que los dioses blancos y azules que componen el decorado, acaso representan los puntos cardinales.

El acceso a las ciudades mayas, o mejor dicho a los sitios en que éstas se hallan enterradas, gracias a la aviación, se hace cada vez más fácil, y en épocas de turismo se establecen viajes semanales, viajes que en verdad son un retorno a las edades pretéritas de la historia americana. Las nuevas estructuras que van surgiendo ahora en Tikal, y eso que sólo se está en el período de descombramiento, son algo pasmoso, y vendrán a complementar los conocimientos que se tenían sobre el alto grado de desarrollo alcanzado por la arquitectura entre los mayas; pero, sin que se caigan los brazos, porque no falta entusiasmo, queda mucho por hacer, aunque los hallazgos arqueológicos son tan valiosos, que desde ya compensan el esfuerzo y trabajo que esta obra significa.

Pero volveremos sobre Tikal, que en maya quiere decir "lugar de las voces". 

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